Yo tenía una vida tranquila y mundana, hasta que un día se me ocurrió buscar una actividad diferente para celebrar una fecha especial. ¿Escape Room? ¿Qué será eso? Ah pues, no pinta nada mal y original parece un rato. ¿Nos gustará? Pues no me lo pensé mucho más e, inocentemente, reservé para una sala.
¡Error! ¡Ya no había vuelta a atrás! Recuerdo perfectamente llegar a la sala con una sensación de nervios e incertidumbre; y con mis muletas, sí sí. Por aquel entonces iba con muletas, porque había sufrido una lesión deportiva grave. Los Game Masters al principio estaban preocupados: “Es que solo sois dos, y hay que moverse mucho; y encima novatos”. Pero ahí está el milagro de los escapes: tal y como entré, aparqué las muletas en la puerta de entrada, y no me acordé de ellas hasta salir de allí con la adrenalina por las nubes.
Ese fue el preciso momento en el que probé por primera vez una droga dura, que me iba a llevar por mal camino. ¡Anda ya! ¡Exagerada! Bueno, tal vez. Pero también un poquito más pobre sí que soy. Pero mi mochila se ha ido llenando de grandes experiencias y recuerdos divertidos. Y no he perdido las ganas de seguir encerrándome cada día para salir con el corazón a mil, y qué decir de esa sensación de vivir una aventura fuera de la mortífera rutina.
El mejor momento de la semana es cuando consigo anotar mi cita con un escape (o varios). O esos momento previos a la entrada a una sala. Sin olvidarnos de los momentos de desconcierto inicial al entrar. Y ya es la bomba cuando salgo de una sala con la adrenalina por las nubes y las hormonas de la felicidad a tope. Mientras todo eso siga ahí, seguiré escapando.
Esta web ha sido un pasito más, que comenzó con una simple nota en el móvil “Escapes Rooms Hechos”. Pasando por la cuenta de Instagram, donde al final el espacio del texto se me ha quedado pequeño para relatar todas mis “aventuras”.